Desde el mundo de los estoicos aterrizamos en un interesante concepto clave hoy en día en el mundo de la educación.
Idea principal:
Llega a mis manos este concepto (podéis consultar la web aquí) que habla de la INCOMODIDAD VOLUNTARIA, y resulta ser una concreción, un compendio de lo que en muchos programas llevo diciendo, la necesidad de cultivar el esfuerzo en esta sociedad del ocio, del placer y de lo inmediatamente fácil.
Ideas de apoyo:
- Es una técnica estoica, en donde se da importancia al hecho de estar o hacer cosas “incómodas”, que no nos gustan. Pero no por el mero hecho de sufrir o esforzarse en algo, sino por el sentido que esto confiere al desarrollo personal.
- No estoy diciendo nada nuevo. Esta incomodidad pero de tipo forzada, es la que hemos tenido muchos de los que escuchan este programa de pequeños. A saber, nuestros padres no nos lo ponían fácil, no nos preguntaban si nos gustaba o no nos gustaba la comida, simplemente te la tenías que comer y punto. Había unos horarios de tele y podías verla ese tiempo y no más.
- Puede haber tareas físicas y psicológicas. El autoimponerse este tipo de incómodos ejercicios, (hacer deporte cada día, comer menos azúcar, leer 10 minutos, aprender algo nuevo cada día, etc.) provoca un crecimiento personal.
- El objetivo de la educación es que los chicos y chicas puedan ser capaces de auto imponerse este tipo de tareas. ¿Para qué? Para curtir el carácter, para “cuadricular la mente”, para poder apreciar y dar valor a los momentos de ocio y disfrute.
- El problema de hoy en día es la extensión del placer inmediato, sin casi esfuerzo, en muchos momentos de la vida por medio de las pantallas, en donde el esfuerzo y la incomodidad de ganar puntos, tener likes, o pasar pantallas de un videojuego deja al individuo en una posición fácilmente de aislamiento social y de falta de trabajo en los valores personales.
- Estos valores se adquieren en la convivencia con los demás, en las charlas, en el aprendizaje, en el esfuerzo conjunto para una acción familiar o comunitaria. No en el revolcón solitario de una mirada hipnótica y unos dedos que no paran de teclear una pantalla o un teclado.