655. Ante el miedo, amor.

Idea principal:

El amor es la base para afrontar cualquier miedo.

Ideas secundaria:

Disimulamos, sí, cuando hay miedo. Nos activamos por dentro y empezamos a disimular, a intentar controlar la situación. La reacción visceral empieza a subir por las entrañas, el estómago y si llega a los pulmones colapsa la respiración. Mejor que no llegue.

Estamos en una sociedad con miedo, desde el cambio climático a que se desplome la economía, por no hablar de temas de salud.

Mi apuesta es que el amor es la solución, la varita mágica, la piedra filosofal que nos puede librar de dicho miedo.

Reconocimiento en el otro: vale, yo tengo miedo, ¿cómo puedo ayudar al que tengo al lado que quizás tiene más miedo que yo? En ese preciso instante mágico donde la intuición se cruza con mi intención, puedo hacer una llamada, puedo dar consuelo, puedo ofrecerme para una conversación, para una visita, para un abrazo. Calmando miedos te curas tu propio miedo en el ejercicio de salir de mi propio egocentrismo y en vez de ahogarme, ayudar, buscar la comunidad, interaccionar con ella. El vecino que está solo o sola, aquel amigo, esa persona que encuentras por la calle.

En ese mismo momento en que sacas lo mejor de ti y te pones al servicio de otros, estás dando un impulso a tu capacidad de amor, de entrega, de altruismo que expulsa tu miedo de dentro.

Y es la conciencia de comunidad, no es el amor de pareja, el eros, que también puede ayudar. Pero no me refiero concretamente a éste, sino a un amor más general.

Si decíamos que el miedo surge amenazante de las entrañas a modo de raíz maligna que va subiendo en vez de bajando, el amor es la sensación de plenitud, de sentirse vivo que surge del corazón y se expande por todo el cuerpo, hacia arriba y hacia abajo, hacia la mente, para ponerla en marcha y colaborar con los demás, no quedándote solo. Hacia abajo calmando y templando los nervios, dejándonos respirar, dando sentido a lo que vivimos y focalizando nuestra atención y nuestra intención, como decíamos el lunes pasado, en lo positivo de lo negativo, que siempre, siempre, siempre, es posible. Y de forma mucho más fácil con el amor que podemos irradiar.

Vamos a leer un extracto de Javier León, en su blog Creando Utopías, lo que dice al respecto:

“La magia y el amor no se rigen por las leyes racionales. La mente fría nos conduce a otros mundos, pero esos mundos se avivan de ardiente fuego. Los antiguos se reunían junto al fuego. El amor se hacía con fuego. Un fuego que se alimenta de humeante calor volcánico. El frío universo se conmueve ante la intensidad de cada intervalo, de cada suspiro, de cada llanto de amor, de cada carga emotiva. La vida es riesgo, es vencer el miedo, es aventurarse por los claroscuros de cada instante. La vida es abrazar al otro y dejar que el otro te abrace, te preñe de vida, una y otra vez, insistentemente. Sin importar recompensa o derrota, solo arriesgando cada instante. El árbol, la flor, el río, la montaña, explotan de calor y pasión en sus dimensiones desconocidas. Uno se arrebata ante el impulso, ante el acelerado manto de ungida efusión. El ciervo brama en los valles, el viento clama su propia recompensa.”

637. Alta sensibilidad: ternura

Idea principal:

Artículo del país, Este artículo apareció en la edición impresa del domingo, 19 de marzo de 2006. Para ver el artículo original, clicar aquí. Muy a pesar nuestro, no pone el autor del artículo, es posible que la autoría sea de Luis Rey Delgado García. También podéis encontrar información en el siguiente artículo.

Ideas de apoyo:

Si algún elemento da belleza y sentido a la vida, ése es, sin duda, la ternura. La ternura es la expresión más serena, bella y firme del amor. Es el respeto, el reconocimiento y el cariño expresado en la caricia, en el detalle sutil, en el regalo inesperado, en la mirada cómplice o en el abrazo entregado y sincero. Gracias a la ternura, las relaciones afectivas crean las raíces del vínculo, del respeto, de la consideración y del verdadero amor. Sin ternura es difícil que prospere la relación de pareja. Pero además es gracias a la ternura que nuestros hijos reciben también un sostén emocional fundamental para su desarrollo como futuras personas.

La doctora Elisabeth Kübler-Ross, que acompañó a miles de enfermos terminales en su camino hacia la muerte y dio testimonio de sus experiencias en una serie de libros, cuenta que los recuerdos que más nos acompañan en los últimos instantes de nuestra vida no tienen que ver con momentos de triunfo o de éxito, sino con experiencias donde lo que acontece es un encuentro profundo con un ser amado, un momento de intimidad cargado de significado: palabras de gratitud, caricias, miradas, un adiós, un reencuentro, un gracias, un perdón, un te quiero. Son esos instantes los que al parecer quedan grabados en la memoria gracias a la luz de la ternura que revela la excelencia del ser humano a través del cuidado y el afecto.

Decía Oscar Wilde que en el arte como en el amor es la ternura lo que da la fuerza. Mahatma Gandhi apuntaba en la misma dirección cuando decía que un cobarde es incapaz de mostrar amor. Y así es: paradójicamente, la ternura no es blanda, sino fuerte, firme y audaz, porque se muestra sin barreras, sin miedo. Es más, no sólo la ternura puede leerse como un acto de coraje, sino también de voluntad para mantener y reforzar el vínculo de una relación. La ternura hace fuerte el amor y enciende la chispa de la alegría en la adversidad. Gracias a ella, toda relación deviene más profunda y duradera porque su expresión no es más que un síntoma del deseo de que el otro esté bien.

La ternura implica, por tanto, confianza y seguridad en uno mismo. Sin ella no hay entrega. Y lo más paradójico es que su expresión no es ostentosa, ya que se manifiesta en pequeños detalles: la escucha atenta, el gesto amable, la demostración de interés por el otro, sin contrapartidas.

La ternura expresa además la calidad de una relación. Sexo con ternura es expresión del amor; sin ternura, una relación basada en la sexualidad está condenada a la ruptura. Porque aunque pueda haber intensidad sensorial en el intercambio físico, sin ternura se produce una relación que se encierra en la búsqueda del propio placer y hace del otro un objeto de satisfacción y nada más. El ensayista francés Joseph Joubert decía que la ternura es el reposo de la pasión. En efecto, la pasión del enamoramiento es efímera y deja paso con el tiempo a una relación más reposada donde se instala la ternura. Sin ella, la relación de pareja está condenada al fracaso porque su ausencia genera aburrimiento, rutina, apatía, distancia y egoísmo

La ternura encuentra también un espacio para desarrollar su extraordinario valor en los momentos difíciles. Expresar el afecto, saber escuchar, hacerse cargo de los problemas del otro, comprender, acariciar, cultivar el detalle, acompañar, estar física y anímicamente en el momento adecuado, son actos de entrega cargados de significado. Y es que en el amor no hay nada pequeño. Esperar las grandes ocasiones para expresar la ternura nos lleva a perder las mejores oportunidades que nos brinda lo cotidiano para hacer saber al ser amado cuán importante es para nosotros su existencia, su presencia, su compañía. Ya lo dijo hace más de 2.000 años el poeta latino Publio Virgilio Marón: el amor todo lo vence. Y es verdad, a través de la ternura.

Os animo a que hagáis vuestros comentarios.

606. Aguantar demasiado: la inconsciencia del amor.

Idea principal:

¿En algún momento de vuestra vida habéis sentido que aguantáis demasiado? ¿En la educación con vuestros hijos?

Ideas de apoyo: 

  • En ocasiones la entrega y la pasión por nuestros hijos nos hace perder punto de vista objetivos y las situaciones se pueden complicar.
  • En especial cuando dejamos pasar situaciones que no vemos muy claras, como el ayudar en exceso a un niño pequeño, dejando que nos mande cuando nos pide juguetes que él mismo podría coger con sus propias manos.
  • El problema empieza a existir cuando esa actitud no es puntual de un día sino que se convierte en rutina. Entonces los padres se ven presionados por la voluntad de sus hijos ya sea para que les alcancen juguetes, ya sean para tener dos horas diarias de videojuegos.
  • Es necesario poner límites, es necesario parar, reflexionar y ver hasta qué punto estamos dejándonos llevar por las inercias y las prisas del día a día y hasta qué punto estamos centrando nuestra acción educativa en las necesidades de nuestros hijos.
  • Cultivar el valor del esfuerzo hoy en día es uno de los retos más complicados que tenemos los educadores.
  • Y cómo no, todo esto se puede aplicar a otros ámbitos.

¡Te animo a que compartas tu experiencia en este tema en los comentarios!